lunes, 20 de diciembre de 2010

20/12


Hubo hace muchos años, en este mismo territorio una país muy distinto.
Un país donde todos estaban de acuerdo, donde nadie opinaba distinto.
Un país en el que todos estaban de acuerdo, en un mundo en el que también casi todos estaban de acuerdo; con tan buen tino que si alguien había que estuviera en desacuerdo, nadie tenía forma de enterarse, porque los que informaban sí que estaban todo de acuerdo.
Y una enorme calma adormecía a ese mundo y a ese país pletóricos de acuerdos, navegando en un único, ultimo y universal consenso. Un relojito de país y de mundo. En ese país todos sabían que podían comprar electrodomésticos cada mes más barato que el anterior, las narices iban poco a poco aprendiendo a diferenciar calidades y marcas de perfumes, y de mercas, los paladares se regalaban con especias y todo tipo de néctares que llegaban de los más remotos confines de un planeta hecho para gozarlo; y porque no para recorrerlo a precios de ganga; algún jetón cada tanto mascullaba algo sobre una “realidad oculta”, pero nadie acertaba a descubrir donde quedaba, en que canal la pasaban…
Y así la ciudad del mundo nuevo, durmió su sueño de paz, vio la vida en un video y…
Y un día ese país se lleno de enojos, de enojos que nadie sabía que estaban, de enojos que nadie era capaz de adivinar en el vecino, a pesar de sentirlos como una llaga avergonzante en lugares del cuerpo que la anatomía de la época no acertaba a describir.
Y al poco tiempo ese país lleno de enojos empezó a hervir, a bullir, a desbordarse por cada lugar donde la tapa andaba floja.
Y la tapa andaba floja por demasiados lados.
Y las propuestas políticas se sucedían con un colorido y una diversidad que maamita!!
Algunos quería apretar la tapa con una mano, otros proponían apretar la tapa con la otra, hubo quien propuso cambiar la olla por una mas grande, hubo quien esperaba echar pa fuera el agua que sobraba, de lo que nadie hablaba era de apagar el fuego, una salida tan sencilla, la de la abuela, no conformaba a los melindrosos gustos de los economistas (suerte de semidioses de la época).
Y mientras las papas iban quemando cada vez mas finalmente apareció uno que gano la presidencia con la formula de ponerle a la bendita tapa algo bien pesado arriba y aprovechar para salir corriendo (volando) lejos de la incipiente explosión.
Y la explosión de la metafórica olla dejo un país bañado en una nada metafórica sangre, sangre por la que muchos canallas están en deuda,
una deuda que es imprescindible cobrar, tanto a los ajustadores de tapas como a los que decidieron echarle leñas al fuego…

No hay comentarios: