sábado, 21 de enero de 2012

¿Suma jugar al Perogrullo?




Nunca me gusto el futbol; poco fue -a lo largo de mi vida- lo que pude entender de las pasiones que despierta en mis compatriotas el universo de ese deporte; pero se ha tornado innecesario  -hoy por hoy- que me preocupe por entenderlo, ya que el deporte de la nación es desde hace un tiempito otro muy distinto; los entusiasmos futbolísticos son por esta época relegados por una nueva disciplina, miles, millones de adeptos ha logrado el ejercicio del Perogrullo...
A diferencia del futbol, el Perogrullo ha captado inmediatamente el interés tanto de hombres como de mujeres (que en conjunto son la enorme mayoría de nuestra población) todos y todas pasan largas horas pendientes de las ultimas novedades de los perogrulladores mas afamados, eclosionan favoritos,  estilos, corrientes y por supuesto, bandos de perogrullantes y fanáticos del Perogrullo; el Perogrullo amateur se difunde rápidamente por escuelas, oficinas, talleres, almuerzos, cenas entremeses, gallineros, calabozos y cualquier esquina de esas en las que dobla el viento y se cruzan los atajos.
Con una prístina sencillez los genitores de truismos proponen a nuestra mirada el más variado colorido de obviedades, tautologias, frases improcedentes, comentarios sin la más remota pertinencia, y otras especias que condimentan estratégicas mentiras que quedan disimuladas en el monstruoso aluvión de verdades a medias y certezas fatuas.
Tal es así que a la vuelta de mis vacaciones (sol y viento de San Juan como para hacer dulce) me encuentro con una marejada de tintas y cometarios 2.0 sobre “la minería” muchos de los mas afamados perogrulleros de la patria se abocan a jugar en esta extensa e imbricada cancha; bien por ellos...
Pero el Perogrullo es una disciplina lúdica, un juego; el problema es que este juego amenaza reemplazar al debate político, que antes que de semi verdades o semirespuestas se alimenta de preguntas, de preguntas complejas que en su mayoría no tienen respuestas sencillas, o directamente carecen de ellas.
Para ejemplos nos preguntamos:
Las “enormes riquezas del país” ¿existen si no se las explota?
El desarrollo económico que provee la industria minera ¿con que se reemplazaría si decimos “no a la mina”.
Las regiones que no pueden producir otra cosa que mineral ¿deben ser condenadas al hambre o a la desaparición, o a la eterna languidescencia que prometen los sombreritos y los anteojos negros del turismo?
¿Es más valiosa el agua que se usa en las minas que las miríadas de millones de litros de agua que se exportan en forma de soja?
Aquí, desde la ciudad que se enriquece de todas y cada una de las explotaciones, industrias, comercios e intercambios de país ¿nos sentimos con derecho de negarles a las provincias el uso de sus recursos naturales, solo por que desde nuestras confiterías y cafés creemos que podemos encontrarles mejores utilidades?
Cuando nos propusimos un proyecto de país con trabajo, producción, con verdadera distribución federal de dignidades ¿Qué creímos, que tejiendo al crochet íbamos a industrializar la nación; que haciendo collares de mostacillas, mermeladas y conservas regionales podríamos llevar empleo de calidad, infraestructura económica y movilidad social positiva a todos los rincones de nuestra patria?
¿En que momento la asamblea de 200 vecinos paso a ser mas representativa de las necesidades de una región, que una lista de 9000 postulantes a emplearse en la industria extractiva? (hojaldre, que esto no quiere ser chicana, son preguntas sinceras)
Y en tren de preguntas sinceras: ¿Cuál tendría que ser la discusión con respecto al tema de la minería y que no termine siendo como el famoso tema de la lechería -con el que jetoneaba el desdentado asambleísta y ruralista de Gualeguaychu- que nunca nadie se digno explicar cual era “el problema” (mas allá de la manía de volcarla en la ruta)
No se mucho de minería, tampoco de agricultura, no pretendo jugarla de geólogo, ni veterinario, ni siquiera de conocedor del comercio o la industria; considero que ninguno de esos saberes es indispensable para hacer preguntas en política, ya que si así fuera tendríamos que dejarla definitivamente en manos de los especialistas, sabihondos, conocedores… si, técnicos.
Entonces: para jugar al Perogrullo cada jugador juega según su parecer, pero para el debate político rogamos que cuando se le ocurra a alguien dar de baja de plano alguna industria, de esas que bancan la economía de regiones enteras por lo menos que explique concretamente como planea reemplazar el derecho a una vida digna de los habitantes; y que condiciones cree reunir para suponer que tiene mejores credenciales  para gobernar que los gobernadores elegidos por cifras muy superiores al 50% de los votos.  
¿Qué creemos que va a pasar? cuando junto al cartelito de NO A LA MINERIA; colguemos otros tales que:
NO A LA SOJA (que contamina con glifosato)
NO A LOS BANCOS (que saquean nuestra economía)
NO A LAS FABRICAS (que contaminan nuestro aire)
NO AL COMERCIO (que nos aliena)
NO A LOS BOMBEROS (que se usan toda el agua)
NO A LAS DUCHAS (que ídem)
NO AL SEXO (que genera superpoblacion)

La cuestión (cree este reflexioandor amateur) es hacerse preguntas, muchas, las correctas y las incorrectas, hacérselas todas.
Cuenta el compañero Norberto Galasso en una de sus charlas, que cierta vez en al que tuvo ocasión de entrevistarse con Don Arturo Jauretche, le llevo su inquietud (arengada por esos tiempos por el partido socialista) sobre el tema del divorcio, clarificadora nos parece la respuesta que Don Arturo le planto al joven Galasso, explicándole que esas inquietudes son producto del desconocimiento de las necesidades del país de verdad; que en ese pais el divorcio estaba lejos de ser un tema, con un altísimo promedio de niños anotados con el apellido materno, donde los padres (peones golondrina) tenían pocas o nulas posibilidades de formas una familia –muy lejos de plantearse disolverla-
De los contras –amigos- no espero nada, pero a quienes se rasgaron las vestiduras y se propusieron como los superchango del gobierno popular, les ruego que empecemos a hacernos las preguntas, como el viejo Jauretche las correctas, como el joven Galasso la incorrectas, pero hacérselas todas, para (emulando a estos enormes patriotas) sumar a esta construcción que es nuestra patria grande con algo mas firme que mero Perogrullo.

Fernando Luis
La Peñaloza Bs. As.

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