sábado, 26 de enero de 2013

El cura gaucho

 



JOSÉ GABRIEL DEL ROSARIO BROCHERO (El cura gaucho)

Nació el 16 de marzo de 1840 en Carreta Quemada, localidad cercana a Santa Rosa de Río Primero, en el norte cordobés. José Gabriel del Rosario Brochero, ese su nombre completo, era originario de una familia de condición rural y fuertes convicciones cristianas, y se ordenó sacerdote y presbítero en 1866. Desarrolló sus primeras tareas pastorales en la catedral de la ciudad de Córdoba, en especial durante una devastadora epidemia de cólera. Obtuvo el título de maestro en filosofía por la Universidad de esa ciudad. A fines de 1869 asume el curato de San Alberto, que comprendía más de cuatro mil kilómetros cuadrados, con 10.000 habitantes que vivían en lugares distantes y perdidos en una geografía de sierras y montañas, sin caminos ni escuelas, marcados por la pobreza, el desamparo y el olvido.

Su vida sacerdotal se caracterizó por una constante preocupación para la realización de un proyecto de comunidad que incluyera tanto la vida espiritual cristina como el desarrollo económico. Y por la denuncia de las condiciones de vida pobre de su pueblo. En 1875 comenzó la construcción de la Casa de Ejercicios de la Villa del Tránsito (hoy, es el pueblo que lleva su nombre), la casa para las religiosas, el colegio de niñas y la residencia para los sacerdotes. Junto a ello, condujo y motivó la construcción de más de 200 kilómetros de caminos, así como iglesias y pueblos. Predicador incansable del Evangelio, pero también promotor sin fatiga del desarrollo regional y de una educación para todos. Sus actividades religiosas y de promoción de la obra pública se combinan sin cesar. En 1876, 1883 y 1890 fue designado miembro de la Comisión Censal de escuelas del Departamento San Alberto, en la provincia de Córdoba. Miembro de otras comisiones como las de la Escuela Fiscal de Villa del Tránsito, de estudio de un camino de herradura en las Sierras Grandes, y de la construcción del camino carretero entre San Pedro y Altautina. También impulsó y participó la construcción de los caminos de villa Viso a Posta de los Domínguez, de la cuesta de Altautina entre San Pedro y Ciénaga de los Allende, y el de Panaolma a Tránsito.

Anda, entre muchos otros pueblos, por Tanti, Ballesteros, Soconcho y Mina Clavero, Etruria, Santa Rosa de Río Primero y Arroyito. Viaja a Santa Rosa y Tucumán, donde predica en los Ingenios Santa Ana y Trinidad. Bienestar espiritual y económico para quienes están “abandonados de todos pero no por Dios”, como le gustaba decir. Tal vez la obra más importante que impulsó y promovió fue la realización a solicitud suya de las oficinas de mensajerías, correo y telegrafía. También el camino carretero a Córdoba –finalmente construido en 1904-, que iba hasta El Trapiche, pasando por San Roque y Tanti, con una vía al norte a San Carlos, y otra al sur hasta Villa Dolores y San Pedro, pasando por, entre otros, Nono. Y, por supuesto, su anhelo más deseado, la proyección del ramal ferroviario que, atravesando el difícil valle de Traslasierra, buscaba unir Villa Dolores y Soto. Este proyecto, pese a su esforzada lucha no se concretaría. Llegó, por él, a entrevistarse con hombres de la alta política –como Juárez Celman y Figueroa Alcorta-, y, en 1912, con Hipólito Yrigoyen.

En 1898 fue nombrado canónigo de la iglesia catedral de Córdoba, a la que renunció para volver a la serranía. “Este apero no es para mi lomo, ni esta mula para este corral”, habría dicho al entregar la muceta que suelen lucir los eclesiásticos, prelados y hasta a veces ciertos académicos, como señal de su dignidad. Es que era como él decía nomás, “Dios es como los piojos, está en todas partes; pero más cerca de los pobres que de los ricos”. En el museo a él dedicado, en su pueblo se lee: “Yo soy la corteza de un tronco viejo que sólo sirve para el paso de las hormigas”. A poco de morir, en un diario de su provincia se leyó: “Es sabido que el Cura Brochero contrajo la enfermedad que lo ha llevado a la tumba, porque visitaba largo y hasta abrazaba a un leproso abandonado por ahí”. Había dejado el curato forzado por su ya quebrada salud. Murió en su casa de Villa del Tránsito, leproso y ciego el 26 de enero de 1914.

En plena época de consolidación del estado nacional, su actitud sobresale por su lucha a favor de pueblos y parajes doblemente postergados, ya sea por su situación geográfica –alejados de la ciudad capital- y por la incipiente oligarquía provinciana, como por un modelo de sociedad de tipo pastoril, ajeno al crecimiento del mercado interno, al servicio de los intereses del capital extranjero, con eje en el puerto de Buenos Aires y de cara a Europa y Gran Bretaña. También, testimonio de su opción por los pobres y los pueblos del interior, hay que destacar su amistad con el caudillo federal José Santos Guayama, quien fue perseguido hasta ser fatalmente emboscado. Mucho tiempo después, el Vaticano lo declararía venerable como reconocimiento a su obra y vida heroica en Traslasierra. Pero la gente más recuerda al cura gaucho, como le dicen, por sus “milagros” en vida, su lucha incesante por unir la actitud religiosa con la búsqueda del bienestar de su pueblo.



JAVIER AZZALI – LOS MALDITOS – VOLUMEN III – PÁGINA 412

Ediciones Madres de Plaza de Mayo

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