lunes, 8 de julio de 2013

Fundación Ayuda Social María Eva Duarte de Perón


La Fundación

La obra social que Evita había comenzado en 1946 fue adquiriendo cada vez mayor extensión y envergadura. La llamada entonces Cruzada de Ayuda Social concretaba su tarea en barrios de viviendas económicas; inauguración de Hogares de Tránsito y comedores escolares; donación de instrumental a hospitales; mediación para la concreción de obras fundamentales de salubridad y saneamiento en barriadas humildes; entrega de artículos de primera necesidad a familias necesitadas y distribución de juguetes a niños humildes, sobre todo para las fiestas de Navidad y Reyes y provisión de trabajo a desocupados. Los fondos y las especies provenían de donaciones, fundamentalmente de los sindicatos. Asimismo, la Ayuda Social disponía de los fondos de la cuenta Ministerio de Hacienda (Obras de Ayuda Social), destinados a la adquisición de ropa, calzado, artículos alimenticios, farmacia y droguería, excluidos los sueldos y jornales.


La Fundación Ayuda Social María Eva Duarte de Perón se constituyó el 19 de junio de 1948 y obtuvo su personería jurídica el 8 de julio de ese año. A partir del 25 de septiembre de 1950 pasó a llamarse "Fundación Eva Perón".


El 28 de Agosto de 1948 Evita dio lectura, en el Ministerio de Trabajo, a la declaración de los Derechos de la Ancianidad, que puso en manos del Presidente, solicitando que fuera incorporada a la legislación y a la práctica institucional de la Nación. Fue incluida en la Constitución Nacional de 1949. En los hechos, la Fundación construyó Hogares de Ancianos y obtuvo la sanción de una ley que otorgaba pensiones a los mayores de 60 años sin amparo.


Además, la Fundación concretó un plan de construcción de mil escuelas en el país, como así también escuelas agrícolas, escuelas talleres y jardines de infantes y maternales. La Ciudad infantil Amanda Allen y la Ciudad Estudiantil formaron parte del plan de acción educacional. La primera estaba destinada a niños de dos a siete años, huérfanos o niños que no podían ser atendidos por sus padres y, la segunda, a residencia de estudiantes del interior del país sin familia en Buenos Aires. En febrero de 1950 se puso en marcha el Plan de Turismo Infantil, que les hizo conocer a los niños paisajes del país, ignorados por ellos hasta entonces. Las colonias de vacaciones completaban el espectro. Los campeonatos infantiles y juveniles, que habían comenzado siendo de fútbol y terminaron incluyendo muchos otros deportes, fueron la ocasión para la revisación médica de más de 300 mil niños. El Hospital de Lactantes y Epidemiología Infantil y la Clínica de Recuperación Infantil de Terma de Reyes fueron concreciones de la Fundación en el ámbito de la salud infantil. La problemática del alojamiento transitorio de las mujeres fue encarada mediante la construcción y el mantenimiento de tres Hogares de Tránsito en Capital Federal, que hallaron su réplica en el interior.


En materia de salud, la Fundación construyó cuatro Policlínicos en Buenos Aires: el de Ezeiza y los de Avellaneda, Lanús y San Martín, así como también otros en el interior del país. Amén de ello, la Fundación proveyó de modernos equipamientos a otras unidades hospitalarias. El Tren Sanitario Eva Perón, dotado de la más moderna aparatología, cumplía con la tarea de relevamiento y protección de la salud de las poblaciones más alejadas de los centros vitales. En septiembre de 1950 se inauguró la Escuela de Enfermeras, una de las obras más queridas de Evita, prestando sus egresadas servicio tanto en el país como en el exterior.


En materia habitacional, la Fundación emprendió la construcción de viviendas para obreros, como el barrio Presidente Perón y la Ciudad Evita, proporcionando vivienda propia a 25 mil familias.


Todas las obras de la Fundación fueron seguidas y supervisadas, en su ejecución y en su funcionamiento, por Evita.


A la acción desplegada, la Fundación sumaba su solidaridad con los países extranjeros que estaban en situaciones de catástrofe o necesidad. Ecuador, España, Italia, Israel, Francia, Japón, Perú y Bolivia, entre otros, dan testimonio de ello.



Al morir Evita, la Fundación continuó su labor, pero ya no tuvo la misma fuerza ni operatividad.

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