Ciudadanía y libertad
Por
Daniel Filmus *
Existe una coincidencia entre los
primeros tiempos de los gobiernos de Néstor Kirchner y Mauricio Macri. Ambos
han demostrado que no dejaron fuera de la Casa Rosada las convicciones con las
que llegaron a asumir la Presidencia de la Nación. Aquí finalizan las
similitudes.
En el mismo día de la jura, la
pasión de Néstor lo llevó a poner en funciones a sus ministros con una herida
en la frente. Recibió accidentalmente el golpe de una cámara de fotos cuando
bajó a la Plaza de Mayo a abrazarse con el pueblo. La pasión de Macri, en
cambio, lo llevó a no tomar contacto con la gente. Mostró su alegría al ¿ritmo?
de Gilda, repitiendo un desentonado “¡gracias!” a sus votantes desde el balcón.
En los días siguientes, Néstor
viajó a Entre Ríos a resolver el conflicto salarial docente para reivindicar su
tarea y asegurar el derecho a la educación para todos los argentinos sin
distinción. Macri, en cambio, viajó rápidamente a San Juan a quitarle las
retenciones a las grandes compañías mineras para asegurar la ampliación del
saqueo de las riquezas de los argentinos.
Kirchner decidió que era el
trabajo, y no la represión, el camino para integrar a los millones de hombres y
mujeres que reclamaban y ocupaban las calles para demandar empleo en las
grandes ciudades. Macri decidió que eran la devaluación, el ajuste y la
desocupación, las estrategias para “normalizar” la economía y logró que cientos
de miles de argentinos salieran a las calles a reclamar que no se perdieran más
puestos de trabajo. Para ellos aprobó un “Protocolo” represivo.
En los primeros meses de
gobierno, las medidas iniciales permitieron que Néstor ampliara
considerablemente su base de apoyo y partiendo desde el exiguo 22 por ciento de
votos, logró una mayoría parlamentaria que aprobó las leyes necesarias para
colocar a la Argentina en la senda del crecimiento y la distribución de la
riqueza. Macri dilapidó su “luna de miel” y buena parte de su importante
consenso inicial, intentando imponer medidas a través de DNU y hoy amenaza con
desconocer la mayoría parlamentaria que se ya se expresó en el Senado a favor
de defender el trabajo y la producción nacional.
Así como Kirchner logró expandir
el apoyo que originariamente sólo provenía del peronismo hacia otras fuerzas
progresistas, ampliando su base de sustentación, las medidas que tomó Macri en
los primeros cien días le restaron parte del apoyo originario y produjeron,
como reacción, tres de las más importantes movilizaciones de los últimos
tiempos. El 24 de marzo, el 13 y el 29 de abril el pueblo argentino salió a las
calles por la memoria, la verdad y la justicia; por la no utilización del
aparato judicial como instrumento de persecución política; y contra la
desocupación y por la defensa de la dignidad de los trabajadores.
Es verdad que en estas tres
movilizaciones hubo actores comunes. Pero también es importante reconocer que
cada una de ellas aportó protagonistas y movimientos sociales, gremiales y
políticos distintos. Inclusive, muchos de estos sectores y ciudadanos que
salieron a las calles no acompañaron electoralmente al Frente para la Victoria
en la última elección.
Es en este contexto que creo
necesario analizar la propuesta que realizó Cristina en los discursos públicos
y en las reuniones con distintos grupos parlamentarios y sociales en su paso
por Buenos Aires.
Es particularmente importante en
su mensaje el énfasis puesto en la necesidad de recuperar para el movimiento
nacional y popular los conceptos de ciudadanía y libertad. Estas categorías
habían sido apropiadas por quienes desde el gobierno hoy están haciendo todo lo
posible para estrechar su significado a la formalidad liberal que las restringe
al ejercicio de la voluntad electoral cada dos o cuatro años. Resignificar
estos conceptos para el campo popular implica comprenderlos desde la mirada integral
que históricamente llevó adelante el peronismo. Una ciudadanía plena exige
tanto la vigencia de los derechos políticos como la de los sociales. La
integración ciudadana verdadera no puede coexistir con la marginación de los
bienes económicos, sociales, educativos y culturales que constituyen las
condiciones básicas para la participación efectiva en la sociedad actual. En
palabras recientes del vicepresidente de Bolivia, Alvaro García Linera: “...los
derechos económicos y sociales son constitutivos a la ciudadanía y la
democracia porque esta no consiste sólo en un medio para seleccionar
gobernantes, sino sobre todo para ejercer el derecho a compartir bienes comunes
a una vida digna... ha de haber democracia si la gente amplía su derecho a la
igualdad.”
La libertad, por su parte, es
sólo un concepto vacío si no está sustentada en la capacidad de decidir con la
autonomía que genera la igualdad de ejercicio de los derechos ciudadanos
anteriormente mencionados. En caso contrario, se convierte en “libertad de
morirse de hambre”. Lo mismo podemos decir de la aplicación de la noción de
libertad a nivel de la Nación. No somos un país verdaderamente libre si no
tenemos soberanía en la toma de decisiones. No es la simbología patria la que
genera libertad. Es la posibilidad de defender los intereses de los argentinos
y de la región frente al mundo.
La necesidad de convocar a todos
quienes comparten estas perspectivas sobre la ciudadanía y la libertad exige
incorporar otra de las herramientas que sugirió Cristina en sus intervenciones:
la constitución de un Frente Ciudadano. Este frente debe tener la posibilidad
de incorporar a otras fuerzas políticas, pero no se debe restringir a lo
partidario. En el contexto de una cierta crisis de representación, la idea de
Frente Ciudadano permite ampliar al extremo la capacidad de integración,
incorporando a todos aquellos que se oponen a las políticas que se están
llevando adelante.
Los límites para la integración
del Frente Ciudadano están definidos por Cristina a través de la pregunta:
¿cómo estabas el 10 de diciembre? Todos los que están peor, han visto
vulnerados sus derechos, han visto descender su nivel de vida, están
preocupados por su futuro laboral, están indignados por el endeudamiento, la
pérdida de soberanía y la vuelta a las relaciones carnales, tienen lugar en el
frente. Todos los que acuerden con la concepción de ciudadanía y libertad que
acabamos de definir, sin excepciones. No importa que posición tengan frente al
gobierno anterior ni cómo votaron en las últimas elecciones.
Pero la forma que adquirirá ese
frente no está definida de antemano. Lo que es seguro es que no se construirá
de arriba hacia abajo. Debe recoger todo lo que movilizó en las recientes
demostraciones en las calles y mucho más. Debe forjarse en cada lugar de
trabajo y participación popular. Su construcción exigirá un alto grado de
creatividad, apertura y pluralismo y vencer actitudes sectarias que por
momentos hemos sostenido desde el FpV. Al mismo tiempo, exigirá capacidad de
escucha y autocrítica, allí donde la realidad y el diálogo con otros sectores
lo requieran. Y también, capacidad de elaboración de programas y propuestas
innovadoras que constituyan alternativas concretas a este intento de
restauración neoliberal y muestren que es posible seguir avanzando en el camino
del crecimiento, el trabajo y la justicia social. Sólo así las mayorías
populares lograrán volver a colocar democráticamente un gobierno que sostenga
los mismos ideales y convicciones que no fueron dejados fuera de la Casa Rosada
aquel recordado 25 de mayo del 2003.
* Parlamentario del Mercosur,
Frente para la Victoria.
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